Como cada 27 de noviembre se
celebra en los colegios el Día del Maestro. Se reconoce el esfuerzo, la labor,
la paciencia, la dedicación y, por supuesto, el amor y la pasión hacia su
trabajo. La pasión por la educación del futuro, de las generaciones que llegan
a los coles con la ilusión de poder ser, el día de mañana, lo que siempre han
soñado. Los hay que desde pequeñitos quieren ser futbolistas (¿qué niño no ha
soñado alguna vez con jugar en un equipo de élite?), los hay que sueñan con ser
médicos y poder salvar vidas con sus manos, bomberos para poder apagar las
llamas de una vivienda que se está incendiando, y con ella los recuerdos y el
pasado de una familia. Incluso albañiles, electricistas o fontaneros. Parece
que un niño nunca sueña con tener alguno de estos oficios. ¿Por qué no? Cualquiera
de estos empleos son tan válidos como los que requieren carreras universitarias.
Es más, por mucha carrera, como no exista alguien que desempeñe estas tareas a
toda casa le faltarán unos cimientos, un circuito eléctrico o agua potable.
También hay niños que sueñan ser como las personas que ven cada mañana nada
más llegar al cole. Sienten entusiasmo por poder hacer con los niños del futuro
lo mismo que hacen con ellos. Tienen la necesidad de ser como esos referentes que
les van encauzando su vida día a día, como esas personas que, aunque hay
momentos en los que parecen ogros al enfadarse con toda una clase, en realidad,
lo único que quieren es el bien de ese grupo de alumnos. Que con el paso del
tiempo sepa que hizo un buen trabajo y sea cual sea la función de ese antiguo
niño en la sociedad, se dedique a lo que se dedique, lo hace con unos
principios, con una base que logró gracias a un maestro, a una maestra que dio todo
lo que tenía en sus manos y puso todo su empeño para conseguirlo. Porque esos
niños no son unos niños más, son SUS NIÑOS.
Maestro. Maestra. Docencia. Una profesión
cada vez menos reconocida. Unos profesionales cada vez más degradados, por la
sociedad y por los de arriba. Un respeto hacia ellos que hace mucho se perdió
por el camino. Hablar “de usted” a un maestro tal vez no siempre sea necesario,
pero se puede hablar “de tú” con la misma educación. Y no me refiero solamente
a los niños. Al fin y al cabo ellos tan solo ponen de manifiesto lo que ven en su entorno, lo que escuchan
en sus casas, lo que se comenta de “don” o “doña”, de “el profe” o de “la seño”.
Solamente son un reflejo. Juguemos
durante un año, nada más. Un año a vivir sin ellos. ¿Qué supone un año de toda
nuestra vida? Un año sin ir al colegio ni acudir a clases particulares (qué
también son maestros en la mayoría de los casos). Un año sin contacto con un
solo profesor. Veríamos si no se echaban en falta y acabábamos rogando que se
volvieran a abrir pronto las puertas de los colegios. Aprender a valorar lo que tenemos, eso es lo
que hay que empezar a hacer.
Igual que el respeto hacia la
mujer y la lucha contra la violencia de género no se debe limitar a cada 25 de
noviembre, sino que debe ser una lucha continua; igual que contra el cáncer se
pelea día a día para salir de una enfermedad que, lamentablemente, va a más; el
maestro, la maestra no lo es solamente el 27 de noviembre. Está bien que se
reconozca su trabajo un día, pero deberíamos aplaudirlo durante todo el año. Un
docente es docente 365 días del año. Un docente no solamente es docente dentro
del colegio. Un maestro lo es de puertas hacia afuera. El trabajo que se lleva
a casa día a día para corregir, preparar clases para la siguiente jornada,
evaluar a los alumnos. Eso son tareas que no se ven pero sin las cuales este
trabajo estaría cojo.
Ese tutor que trata de hacer que
sus alumnos evolucionen a lo largo del curso, a lo largo de la etapa, que
enseña lo que está en los libros y lo que él lleva dentro; ese especialista de
inglés que intenta enseñar un idioma que será necesario para poder
desenvolverse en un futuro no muy lejano y de la manera más práctica y
divertida para que no resulte difícil ni aburrido; ese maestro de Educación
Física que se enfrenta a las inclemencias del tiempo para poder llevar a cabo
sus clases si no dispone de un lugar adecuado para ello; ese docente de
Pedagogía Terapéutica, de Audición y Lenguaje que, sin ver una evolución constante
en sus alumnos, no deja de trabajar con ellos sin importarle lo más mínimo las
dificultades a las que se enfrenta. Porque estos niños, a su manera, se lo
agradecerán.
Porque todos hemos tenido la
suerte. Sí, LA SUERTE de dar con alguien que ha hecho todo esto por nosotros e
incluso algunos hemos tenido LA FORTUNA de tener o encontrar a alguien así en
nuestras vidas: GRACIAS.
CELEBRADLO UN DÍA. APLAUDÁMOSLO 365.
Jose Miguel enhorabuena por este articulo y por tu blog. Lo he cogado en faccebok y en la REVISTA NOSOTROS Nº 83 del cole que estoy preparando estos días . El enalce es: http://marianolopezmarin.blogspot.com.es/2013/11/revista-nosotros-n-83-diciembre-2013.html
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